Uno de los mejores escritores, que he tenido el placer de leer, ha sido Frank McCourt, un Irlandés, nacido en Nueva York en 1930, pero que inmediatamente se mudó con su familia a Limerick, un pueblo de la República de Irlanda.
Una persona marcada por la extrema pobreza en la que vivía, con un padre alcohólico, y diversas situaciones que le hacen pasar una infancia muy dura. Una educación difícil, el trabajar desde pronta edad para sustituir esa figura paterna inexistente...
Pero una persona así, llegó a ser algo, gracias a sus convicciones, gracias a sus luchas. Logró regresar a Estados Unidos, donde se acabó formando como profesor. Y tras esta vida como profesor, vino la vida, por la que yo, y tanta gente le conoce, la vida como escritor.
En 1997 obtuo el Premio Pulitzer y el National Boock Critics Circle Award por sus memorias, que habían salido al mercado un año antes, Las Cenizas de Ángela. En este libro nos contaba de manera autobiográfica su infancia en el pueblo de Limerick.
El explicar lo que es este libro, es casi imposible sin mostrarlo a la gente. Una infancia marcada por todos los hechos que comentaba, pero vistos desde los ojos de un niño, un niño que a pesar de todas las penurias, tenía esperanzas, y eso se nota. Un libro increíble, y hoy en día, y hasta que llegue alguna obra impresionante que lo desbanque, para mi, el mejor libro que he leído.
En 1999 publicó Lo Es, que proseguía la narración de su vida, esta vez, su peripecia para volver a su lugar de nacimiento, Nueva York. Etapa de la vida, no exenta de complicaciones, como toda la vida de Frank.
Su último libro autobiográfico es El Profesor, del año 2005, en el que narra de la misma manera que en los anteriores libros, desde su vista personal, su experiencia detrás de una mesa de profesor.
Tres libros que no tienen desperdicio, que recomiendo ir a la biblioteca y cogerlos, leerlos, o pedírmelos a mi, o comprarlos.
La pena fue que esta gran persona haya muerto. Falleció recientemente en un asilo de ancianos en Nueva York, el 19 de Julio de 2009, tras intentar combatir con un cáncer de piel y una meningitis, a sus 78 años.
Aún le quedaban cosas por vivir a Frank, y a muy seguro, que le quedaban cosas por contar. Después de una vida difícil, solo desearle, que descanse en paz.
PD: Este mes, entre las vacaciones, los viajes, los vaivenes, el que soy este mes casi más leones que asturiano, he podido actualizar poco. Y hoy, desde León, me he dicho, de hoy no pasa, y aquí esta una noticia que tenía ganas de poner.
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